ORIENTACIÓN MEDIANTE LAS CIRCUNSTANCIAS.....
Éstas en muchos casos pueden ser valiosa mente orientativas; pero también se prestan a ser mal interpretadas. En el curso de su Providencia, Dios puede disponer las cosas de modo que nos libre de decisiones equivocadas; o, por el contrario, introducir una circunstancia que aparentemente facilite la decisión correcta. Sin embargo, no siempre las circunstancias son guía infalible. En algunos casos pueden ser engañosas y llevarnos a resoluciones que no corresponden a la voluntad de Dios. Esta posibilidad ha de llevarnos a analizar la situación con cautela, dando una grado de fiabilidad superior a los medios anteriormente señalados. No siempre circunstancias favorables para tomar una decisión indican que nos guían a la voluntad de Dios. A veces «aun el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz» (2 Co. 11:14). El auge espiritual de la iglesia de Antioquía en días de Bernabé y Pablo era una circunstancia que podía conducir a la iglesia a retener en su seno a aquellos dos hombres extraordinarios; así seguirían beneficiándose de su magnífico ministerio. Parecía un criterio muy juicioso; pero no entraba en los planes del Señor, cuya voluntad era diametralmente opuesta. La circunstancia que se daba en Antioquía no tenía por objeto retener a los dos grandes misioneros, sino prepararlos para emprender la gran obra de su vida; de ella se beneficiaría no sólo la iglesia antioquena, sino todas las iglesias que iban surgiendo y de las iglesias de todos los tiempos hasta nuestros días. Una circunstancia determinada puede ayudarnos a entender si apunta a la voluntad de Dios, siempre que coincida con los parámetros ya señalados.
La voz interior. Muchos creyentes sostienen que Dios les habla de modo especial, indicándoles lo que deben pensar y hacer. Frecuentemente se les oye decir: «El Señor me ha dicho». Sin embargo, este elemento en la búsqueda de la voluntad divina es el más dudable. Puede esa voz proceder del Espíritu de Dios, como en el caso del joven Samuel (1 S. 3). Y no cabe duda que el Señor puede guiar nuestro pensamiento y «hablarnos» de modo que lo que pensamos y después decidimos es conforme a los planes que él tiene para nuestra vida. No obstante, en muchos otros casos la voz interior no procede de Dios, sino del interior del propio creyente. Tal fue el caso de los falsos profetas en Israel (Jer. 14:14). Por eso lo que atribuimos a Dios creyendo que es revelación suya para guiarnos no pasa de ser una pretensión injustificada. De todos los caminos para llegar a conocer la voluntad de Dios, éste es el menos garantizado, por ser el más expuesto a error. Ello hace necesaria una gran sensibilidad espiritual y un conocimiento sólido de las Escrituras. Lo que hemos dicho bajo el epígrafe anterior, es válido para lo que aquí acabamos de señalar.
A menudo ninguno de los caminos a seguir para conocer la voluntad de Dios es suficiente por sí solo. Conviene complementarlo con los medios expuestos a lo largo de este artículo.
Éstas en muchos casos pueden ser valiosa mente orientativas; pero también se prestan a ser mal interpretadas. En el curso de su Providencia, Dios puede disponer las cosas de modo que nos libre de decisiones equivocadas; o, por el contrario, introducir una circunstancia que aparentemente facilite la decisión correcta. Sin embargo, no siempre las circunstancias son guía infalible. En algunos casos pueden ser engañosas y llevarnos a resoluciones que no corresponden a la voluntad de Dios. Esta posibilidad ha de llevarnos a analizar la situación con cautela, dando una grado de fiabilidad superior a los medios anteriormente señalados. No siempre circunstancias favorables para tomar una decisión indican que nos guían a la voluntad de Dios. A veces «aun el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz» (2 Co. 11:14). El auge espiritual de la iglesia de Antioquía en días de Bernabé y Pablo era una circunstancia que podía conducir a la iglesia a retener en su seno a aquellos dos hombres extraordinarios; así seguirían beneficiándose de su magnífico ministerio. Parecía un criterio muy juicioso; pero no entraba en los planes del Señor, cuya voluntad era diametralmente opuesta. La circunstancia que se daba en Antioquía no tenía por objeto retener a los dos grandes misioneros, sino prepararlos para emprender la gran obra de su vida; de ella se beneficiaría no sólo la iglesia antioquena, sino todas las iglesias que iban surgiendo y de las iglesias de todos los tiempos hasta nuestros días. Una circunstancia determinada puede ayudarnos a entender si apunta a la voluntad de Dios, siempre que coincida con los parámetros ya señalados.
La voz interior. Muchos creyentes sostienen que Dios les habla de modo especial, indicándoles lo que deben pensar y hacer. Frecuentemente se les oye decir: «El Señor me ha dicho». Sin embargo, este elemento en la búsqueda de la voluntad divina es el más dudable. Puede esa voz proceder del Espíritu de Dios, como en el caso del joven Samuel (1 S. 3). Y no cabe duda que el Señor puede guiar nuestro pensamiento y «hablarnos» de modo que lo que pensamos y después decidimos es conforme a los planes que él tiene para nuestra vida. No obstante, en muchos otros casos la voz interior no procede de Dios, sino del interior del propio creyente. Tal fue el caso de los falsos profetas en Israel (Jer. 14:14). Por eso lo que atribuimos a Dios creyendo que es revelación suya para guiarnos no pasa de ser una pretensión injustificada. De todos los caminos para llegar a conocer la voluntad de Dios, éste es el menos garantizado, por ser el más expuesto a error. Ello hace necesaria una gran sensibilidad espiritual y un conocimiento sólido de las Escrituras. Lo que hemos dicho bajo el epígrafe anterior, es válido para lo que aquí acabamos de señalar.
A menudo ninguno de los caminos a seguir para conocer la voluntad de Dios es suficiente por sí solo. Conviene complementarlo con los medios expuestos a lo largo de este artículo.
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