domingo, 9 de diciembre de 2012

"Hombres y Mujeres Destacados"


Aarón,
Significado: "maestro" o "excelso".
Aarón hermano mayor de Moisés, fue el primer sumo sacerdote de la antigua ley y figura de primera importancia en los acontecimientos del Éxodo. Era hijo de Amram y Jocabed del linaje levítico de Coat (Exodo 6:20). Nació en Egipto tres años antes que su hermano (Ver: Exodo 7:7). Tomó por esposa a Elisabet, con la que tuvo cuatro hijos: Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar (Ver: Exodo 6:23).
Asociado por Dios a Moisés como intérprete o portavoz de éste a causa de su elocuencia (Ver: Exodo 4:13-16), desempeñó esta misión tanto ante el pueblo (Ver: Exodo 4:27-31) como en presencia de Faraón (Ver: Exodo 5:1-5), haciendo, con su hermano, un oficio análogo al de profeta (Ver: Exodo 7:1-2). Bajo su dirección ejecutó prodigios superiores a los magos egipcios (Ver: Exodo 7:8-12).
Intervino en la producción de las plagas con que Dios quebrantó la resistencia de Faraón para que dejara libre a su pueblo, lo cual hizo exclamar a los sabios egipcios: «El dedo de Dios está aquí» (Ver: Exodo 7:1-2). Acompañó a Moisés, aunque no se le menciona expresamente más que en sus misiones ante el soberano (Ver: Exodo 8:21; 9:27; 10:3, 8, 16; 11:10; 12:1; Ver: Salmos 77:20).
Un mes después de la salida de Egipto, en el desierto de Sin, hubo de escuchar, junto con su hermano, las murmuraciones del pueblo, al que apaciguaron con la promesa del maná y de las codornices, viendo Aarón reforzada su autoridad, mientras hablaba a la turba, con la aparición de la gloria de Jehová en forma de nube (Ver: Exodo 16:1-10). Por orden de Moisés conservó una urna llena del maná, que colocó juntamente con las tablas de la Ley en el arca (Ver: Exodo 16:33-34). Defensor de su hermano también con la oración, nos lo encontramos sosteniendo los brazos de Moisés en alto hasta la puesta del sol, durante la batalla librada por Josué contra los amalecitas en Refidim (Ver: Exodo 17:8-13). En el banquete que el suegro de Moisés, Jetro, ofrece a los ancianos para estrechar los lazos familiares con Israel aparece también Aarón (Ver: Exodo 18:1-12).
Tuvo el raro privilegio de subir con Moisés al monte Sinaí, acompañado de sus hijos Nadab y Abiú y de los setenta ancianos de Israel, y de ver a Dios sin perder la vida, recibiendo el encargo, juntamente con Hur, de resolver las dificultades que se pudiesen presentar durante la ausencia del dirigente de Israel, que había de prolongarse durante cuarenta días y cuarenta noches (Ver: Exodo 24:9-18).
Aarón cedió ante las presiones del pueblo, temeroso de que Moisés no regresara, e hizo fabricar un becerro de oro que marchase al frente de la caravana. Con la esperanza de disuadirlos, les pidió los pendientes de oro que llevaban en las orejas, pero habiéndose desprendido todos de las joyas, Aarón las hizo fundir, en un simulacro muy semejante a los que habían conocido en Egipto, y el pueblo gritaba ante él: «He aquí tu Dios que te sacó de Egipto», mientras, se prepararon los enseres necesarios para un holocausto y sacrificio a la mañana siguiente (Ver: Exodo 32:1-6). Los cantos y las danzas fueron interrumpidos por la llegada imprevista de Moisés, que, montando en cólera, redujo el ídolo a cenizas y las arrojó al agua, que bebieron los culpables.
Moisés reprochó la conducta de su hermano Aarón por haber llevado al pueblo a semejante ocasión de pecado, y hubiese perecido él mismo víctima de la venganza de los sacerdotes, que pasaron a cuchillo a unos tres mil hombres, de no haber intervenido el mismo Moisés en su favor. Las palabras que dio como excusa de semejante proceder indican que obró por coacción del pueblo, enceguecido en su rebeldía (Ver: Exodo 32:17-29).
El relato de la promoción de Aarón y de sus hijos al sacerdocio da una idea de la importancia que el culto a Jehová tenía en la ley de Moisés. Se describen sus vestiduras con todo detalle (Ver: Exodo 39:1-31), y el ceremonial de su toma de posesión, que culminó con la bendición de Aarón al pueblo y la manifestación de la gloria de Jehová (Lv. 8-9). Una falta de confianza en la Palabra de Dios en Cades atrajo sobre Aarón y Moisés el castigo de no entrar en la tierra prometida (Nm. 20:1-13). Murió a la edad de 123 años en el monte Hor, y el pueblo le lloró durante treinta días (Nm. 20:22-29; Dt. 10:6; 32:50-51).
La casa sacerdotal se designa con el nombre de «Casa de Aarón» (Ver: Salmos 115:10-12). Su carácter careció de la firmeza y las dotes de dirigente de su hermano Moisés, habiendo pecado juntamente con el pueblo, aunque supo humillarse y reconocer su falta.
Dios usa a quienes, habiendo pecado, se arrepienten y reconocen sus errores. Su vara se guardó en el arca (Ver: Hebreos 9:4). Su sacerdocio es una sombra del Sacerdocio de Cristo, que no termina, es eterno y perfecto (Ver: Hebreos 5:1-10; 7:11-19).
A pesar de sus flaquezas, fue un tipo de Cristo por haber sido llamado por Dios, y ungido; por haber llevado sobre su pecho los nombres de las doce tribus y por ser el intercesor del pueblo entrando en el santuario con la sangre expiatoria en el día de la expiación (Ver: Hebreos 6:20).                                                                                                                                            

ABEL. Significado: "vapor" o "soplo".

Segundo hijo de Adán, de oficio pastor. Era justo (Mateo 23:35) y lleno de fe (Hebreos 11:4). Por envidia fue asesinado por su hermano Caín. Abel tipifica la «sangre inocente» (Mateo 23:34). Se han hecho muchas conjeturas acerca del porqué su ofrenda fue aceptada por Dios y no lo fue la de Caín.
La idea que más concierta con el conjunto de la doctrina bíblica es la de que el sacrificio de un cordero pudo haber sido mandato de Dios como anticipo del "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo", o sea, el plan de la Redención. Una prueba incidental de ello puede ser los numerosos altares de los tiempos prehistóricos que se encuentran esparcidos en el mundo. El paganismo distorsionó el propósito divino, llegando a ofrecer víctimas humanas, pero la orden de los sacrificios expiatorios que hallamos en el Pentateuco, después de la salida de Israel de Egipto, pudo ser, al igual que la institución del matrimonio y del día de reposo, una restitución de un antiguo mandato, más que una innovación. "Te acordarás del día de reposo", dice en Éxodo. Y en cuanto a sacrificios, leemos que Abraham los ofrecía mucho antes de la institución del ministerio levítico. ¿De dónde le vino la idea a Abraham sino de una tradición procedente de la primitiva revelación de Dios en el Edén? La carta a los Hebreos (Hebreos 11:4) dice que «por fe Abel ofreció mejor sacrificio». ¿Fe a qué? La fe requiere el conocimiento, o, en este caso, revelación.
El sacrificio de Abel es prueba de un carácter obediente a Dios, mientras que la ofrenda de Caín es prueba de un carácter altivo, que trató de imponer su propio culto de homenaje al Creador, y no quiso humillarse a depender de su hermano, para su ofrenda, a pesar de la probable revelación de Dios.
En el Nuevo Testamento Abel es considerado como mártir (Mateo 23:35) de su fe (Hebreos 11:4) y de su justicia (1 Jn. 3:12). El primero en morir de la raza humana fue el primero en entrar en la gloria de Dios y una prenda de las primicias que nadie puede enumerar. «La sangre de Abel» clamó justicia sobre la tierra, pero la sangre de Jesucristo trajo el perdón y la salvación para todos los que se arrepienten (Hebreos 12:24; 1 Jn. 1:7).                                    



Abigail.


«Aquel varón se llamaba Nabal, y su mujer Abigail. Era aquella mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia, pero el hombre era duro y de malas obras; y era del linaje de Caleb» (lea Samuel 25:3).

LEASE: 1 SAMUEL 25:2-42

Parece que también en otras épocas se concertaban matrimonios de personas sumamente dispares. Tenemos un ejemplo de ello en el matrimonio de Nabal con Abigail. Nabal era un hombre muy rico, pero sumamente burdo y zafio (salvaje), de poco discernimiento y dado a toda clase de excesos. Ella era una mujer juiciosa y de buen parecer y con un recto sentido moral.
Es posible que el lector se pregunte cómo pudo aceptar esta mujer a un hombre así. Para comprenderlo nos basta recordar que en aquellos tiempos la mujer no era consultada para ser dada en matrimonio. Nos basta hacer mención de Lea en su matrimonio con Jacob. Podemos suponer que el caso de Abigail fue semejante.
No es muy probable que Abigail tuviera una vida muy plácida con este hombre, o que hubiera mucha comprensión por parte de él en los asuntos de la casa o en sus relaciones personales. Este hombre sólo se preciaba de sus posesiones materiales y su mayor satisfacción era correrse juergas mayúsculas con sus compinches. Nabal había tomado la parte de Saúl, el rey, en la contienda de éste con David según se nos hace evidente en la respuesta que da a los mensajeros de David: «Hay muchos siervos hoy que huyen de sus señores.» Como veremos, Abigail tenía mucha más comprensión y es evidente que por su parte, estaba decididamente del lado de David, pues lo demuestran también sus palabras: «Y. acontecerá que cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te establezca por príncipe sobre la tierra...»
La historia se puede relatar rápidamente: David se hallaba con sus hombres en la montaña y envió a Nabal un destacamento para pedirle vituallas (abastecimientos). David consideraba que tenía derecho a ello porque había protegido a los pastores de Nabal. Pero Nabal odiaba a David; por ello trató rudamente a sus enviados y los despidió con las manos vacías.
La reacción de David al enterarse del ultraje es comprensible: «Cíñase cada uno su espada…» Cuatrocientos soldados iban a caer sobre la casa de Nabal y ningún hombre habría quedado vivo en ella. Pero, Abigail intervino y dio órdenes de cargar varios asnos con panes, cueros de vino, ovejas, grano y fruta. Los envió a David y ella misma siguió a sus siervos para asegurarse de ver aplacado a David. El discurso de Abigail a David es un modelo de diplomacia, y consiguió lo que deseaba. Se echó a los pies de David, tan pronto como le vio, y disculpó la insensatez de su marido con palabras elocuentes. Luego pidió misericordia a David en nombre de Jehová, y al final le hace ver que cuando llegue el día que David vea reconocidos sus derechos estará contento de no haber derramado sangre sin causa «o de haberse vengado por sí mismo». Las palabras con que se despide son: «Acuérdese mi señor de su sierva.»
No sólo aplacó la ira de David, sino que cuando al poco Nabal murió, después de una espantosa borrachera, y Abigail quedó viuda, David «se acordó»: le mandó una embajada diciéndole que deseaba tomarla por mujer. Oigamos la respuesta de Abigail: «He aquí tu sierva será una sierva para lavar los pies de los siervos de mi señor.» Su discreción no la había abandonado. Hemos de tener en cuenta que éste era el estilo de lenguaje de aquellos tiempos.
Abigail mostró prudencia en difíciles circunstancias. Dio muestras de fe al decir a David, el escogido de Dios en oposición al rey Saúl: «Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y atentar contra tu vida, con todo, la vida de mi señor (David) será ligada en la faz de los que viven delante de Jehová tu Dios, y Él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio del hueco de una honda.»
Abigail vio cumplidas estas palabras.



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