domingo, 16 de febrero de 2014

LA VIDA ESPIRITUAL.

El valor de no descuidar la vida espiritual.../


En un mundo que está en ruina espiritual no podemos darnos el lujo de confiar en nuestras propias fuerzas para hacer la obra de Dios. Como ministros del Señor nuestra principal fortaleza es la oración, el tiempo de intimidad y de devoción con nuestro Padre celestial, la confesión de nuestros pecados y el arrepentirnos delante del Dios misericordioso. Porque bien sabemos que todo lo que emprendemos para la gloria de Dios es absolutamente espiritual. Nuestra dependencia de Dios cada día es reflejo de nuestra madurez espiritual. Y eso lo sabe nuestro enemigo.

El libro de Nehemías es un manual de procedimiento espiritual. Lo vemos desde el momento en que renuncia a su posición de copero del Rey. Lo sentimos desde su primer clamor al Dios de los cielos antes de solicitarle a Artajerjes el deseo de partir a su tierra a reconstruir sus murallas en ruina. La primera virtud del hombre espiritual es la renuncia - a sus posesiones y pasiones - para someterse a la voluntad de Dios. Bien nos advierte la Palabra »Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas”. (Mt 6.24). O copero del Rey o siervo del Señor de Señores. En este sentido tenemos todavía mucho que aprender. A menudo nos aferramos a lo que poseemos y creemos haber sido sus artífices como si lo hubiéramos logrado por nosotros mismos y la mano de Dios hubiera estado ausente.

Dios y su pueblo tienen un enemigo que se encarna en los hombres para hacer oposición a sus planes. El capítulo 4 de Nehemías contiene hermosas enseñanzas para el cristiano de hoy, llamado a servir al Señor en un mundo que nos deslumbra por su oropel, pero nos entristece por su ruina moral. Nuestra guerra es contra los poderes espirituales de maldad en los lugares celestiales (Ef 6.12). Si el maligno ha ganado terreno en alguna batalla vital, tendremos que reconstruir los muros que han sido derribados porque hemos descuidado nuestra vida espiritual. Esa es la brecha que el enemigo aprovecha para filtrarse “como león rugiente buscando a quien devorar” (1 P 5.8).

Después de renunciar, debemos humillarnos delante de Dios. Cuando Nehemías vio la burla y la conspiración de los enemigos del pueblo de Dios para que la muralla no fuera reconstruida, lo invitó a humillarse y a clamar: “Entonces oramos a nuestro Dios, y para defendernos montamos guardia contra ellos de día y de noche.” (Neh 4.9). El enemigo puede ser poderoso, pero nuestro Dios es todopoderoso, es un enemigo ya vencido en la cruz redentora. Aun así, debemos velar día y noche para que no gane terreno y obstaculice los planes de Dios. El problema de nuestro enemigo es que aún no acaba de comprender que oponiéndose a los proyectos que hacemos para Dios, se opone de hecho al mismo Dios, y que, aunque continúe insistiendo en hacerle la guerra a Dios, ya él la perdió hace dos mil años. “…nuestro Dios peleará por nosotros.” (Neh 4.20)

Oremos al Señor y velemos de día y de noche. En un mundo en ruina moral y espiritual, no podemos descuidar nuestra relación con Dios.

Sean de espíritu sobrio, estén alerta. Su adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar. 1 Pedro 5:8

Entonces oramos a nuestro Dios, y para defendernos montamos guardia contra ellos de día y de noche. Nehemías 4:9

¡Dios te bendiga!

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